En la mente del terrorista por ideología

En los últimos años con el auge del terrorismo relacionado con ideologías o religiones, desde muchos estamentos sociales se han venido considerando estos individuos como locos. Nada más lejos de la realidad. ¿Que hay en la mente del terrorista por ideología?

La crónica negra del crimen está jalonada de asesinatos relacionados con corrientes ideológicas o religiosas. Es célebre el caso de la secta de David Koresh, y de la matanza de Waco (Texas) desde donde este individuo arrastró a la muerte a los miembros de su secta, niños incluidos. El daño tanto auto como heteroinflingido está presente también en casos de suicidios múltiples programados, en algunos casos consumados como el caso de la Secta Ugandesa de Joseph Kebweeteere.

Nos preguntamos que qué clase de personas son capaces de arruinar su vida, la de sus hijos y familiares, o la del prójimo. ¿Son unos locos? ¿padecen algún tipo de retraso intelectual?. Pues ni una cosa ni la otra.

Desde la psicopatología podríamos pensar que se trata de algún tipo de desequilibrio mental grave el que hace a estos individuos comportarse de este modo, sin embargo no es así. Desde la óptica de los trastornos psicóticos como la esquizofrenia, por las ideas delirantes que padecen algunos enfermos relacionadas con la religiosidad e ideas de autorreferencia y en el resto de trastornos psicóticos, podríamos pensar que tienen que ver con el componente ideologico del terrorista. Sin embargo las características de inestabilidad emocional, del  lenguaje y comportamientos desorganizados, además tanto los síntomas positivos (alucinaciones, lenguaje y conductas desorganizadas..) como los síntomas negativos: aplanamiento de la fluidez  y productividad del pensamiento y el lenguaje (alogia) o el egocentrismo cognitivo, impiden no ya la integración de la persona en una célula o talde (como en el caso de ETA) sino también el seguir una sistemática de «lobo Solitario» típica de países como Estados Unidos.(Pincha aquí) 

No conocemos el caso de integrantes de ningún comando terrorista con comportamientos extraños ni extravagantes ya que serían un riesgo para toda la organización. De hecho, la mayor parte de las personas que describen a los terroristas por ideología los describen como personas normales, en algunos casos incluso amables y simpáticas.

Descartada la hipótesis psicótica, podríamos pensar que la persona cree que es alguien especial con unas aptitudes únicas que le hacen ser la persona encargada de solucionar «los males de la patria o del mundo», rasgos compatibles con un trastorno de la Personalidad Narcisita, o de un trastorno antisocial sin embargo, la visión del narcisista de si mismo como únicos e irremplazables, y el egocentrismo cognitivo hacen de estas personas seres incapaces de hacer sacrificios por los demás, y la falta de empatía y frialdad emocional del psicópata antisocial tampoco se da en el terrorista por ideología, ya que éste si tiene vínculos afectivos familiares, sociales y religiosos, algo que contrasta con la falta de empatía y de apego emocional del psicópata.

Las hipótesis psicopatológicas anteriores si bien no son aplicables al caso de los activistas reunidos en grupos células o taldes o los «lobos solitarios», si lo son en el caso de los líderes de estas sectas, bandas o grupos terroristas por ideologías.

Los terroristas por ideología suelen ser en su mayoría varones de edades que oscilan entre el final de la adolescencia y el principio de la edad adulta (sobre la treintena o el principio de la cuarentena) con problemas de autoestima (tanto por exceso como por defecto), escasa integración laboral y social así como una escasa formación académica. Este es el perfil del terrorista islamista, pero también lo fue del terrorista etarra: jóvenes de pequeños pueblos con escasas oportunidades laborales, con alta o baja autoestima, que les aboca a la creencia de que ellos se merecen mucho más y que son personas únicas a las que la sociedad no les ha dado la oportunidad que se merecen (en el caso de la alta autoestima), o personas que ven una oportunidad de pertenencia a un grupo que da sentido a una vida vacía y donde se sienten valorados. En ambos casos el objeto de odio es esa sociedad que no les ha valorado y en la que no han sido capaces de integrarse la causa de sus males.

En los años de plomo etarras, son las juventudes del «calimoxo», golpeadas por el paro, la anomia y la desesperanza las que encontraron en el terrorismo y en el activismo vandálico un sentido a su perdida vida y una manera de ser valorados socialmente dentro de su grupo ideológico. En el caso del terrorista islámico, es la sociedad occidental a la que no ha sabido adaptarse por sus prejuicios, la incapacidad para desarrollar un proyecto de vida con la realidad occidental, la libertad sexual y la incapacidad para tener pareja o amigos de diferente religión y creencias a la suya la que les sitúa como personas insatisfechas y con rencor a la sociedad que los ha acogido.

Las características descritas, hábilmente manejadas por los líderes de las organizaciones, psicópatas integrados en algunos casos o sujetos con trastornos psicóticos, narcisistas o antisociales en otros, proporcionan un sentido finalista y moralmente aceptable para sus acciones terroristas: Una sociedad enferma y la confianza depositada sobre el terrorista, otrora un segundón social, un sujeto gris con pocas relaciones sociales, hace que el individuo se crea un elegido para cambiar el mundo, con una recompensa por supuesto, como puede ser la de ser un  héroe, un mártir, el acceso a las huries en el paraíso, el orgullo de su familia o las prebendas prometidas para el o su familia en el caso de que triunfe su causa.

Un ejemplo de cómo se manejan grupos violentos mediante una ideología  con resultados en ocasiones luctuosos aunque afortunadamente con diferencias sustanciales lo constituyen los grupos ultras del deporte. Una horda de individuos con una ideología en la que se sitúa al diferente como culpable de la situación de desesperanza propia, manejados por alguien de otro estamento intelectual y social que jamás se expone ni a las acciones delictivas ni a las consecuencias de las mismas.

 

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